Amanecer sitiados
Como ya es costumbre durante los fines de semana desde hace más dos décadas, feriantes del departamento de Luján de Cuyo como de otros puntos del Gran Mendoza, se reúnen en la popular Feria de Ugarteche. Esta feria convoca a miles de personas, que recorren sus puestos en busca de buenos precios entre una amplia gama de productos. Sin embargo, el domingo 19 de agosto este espacio histórico de intercambio económico, social y cultural no funcionó.
Los feriantes no pudieron trabajar porque fueron “sorprendidos” por efectivos de Gendarmería Nacional, Infantería de Mendoza y Preventores Municipales, que impidieron el funcionamiento de la feria en su lugar habitual, la Ruta Provincial N°15 (RPN°15). Estas fuerzas prohibieron el acceso a la ruta y escoltaron a los feriantes hacia un predio privado ubicado en un terreno baldío en el que se les cobró por montar sus puestos para trabajar. Daniel, uno de estos trabajadores y vecino de Ugarteche señaló que “con el movimiento policial te mandaban al predio, pero no había lugar. Te marcaban los puestos y te cobraban entre 100 y 200 pesos. El tema es que llegó tanta gente que lo llenaron, así que empezaron a achicar los puestos cobrando igual”.
Esta intervención “sorpresiva” de las fuerzas policiales sobre el trabajo de los feriantes de Ugarteche, movilizó el martes siguiente, a un grupo hacia la explanada de la Municipalidad de Luján de Cuyo para reclamar por el “respeto a sus fuentes de trabajo” y por el “derecho a estar informados oportunamente ante las modificaciones”. El acuerdo al que se llegó, según nos informó Ricardo (feriante) fue “volver a juntarnos en un tiempo” y en caso de ser trasladados, solicitaron que fuera a un predio público en Ugarteche con capacidad de albergar a los más de 3000 feriantes que se convocan en el lugar, dado que el que habían destinado para tal fin sólo contaba con capacidad para 200 puestos. Entre tanto, se comprometieron a garantizar la limpieza y a no ocupar con puestos ni autos la RPN°15.
De acuerdo con diversas fuentes, la obstrucción de la RPN°15 con motivo de la realización de la feria constituyó la principal excusa de la intervención municipal. En este sentido, Daniel nos comentaba que desde sus inicios, la feria se ubicó en los márgenes de esta ruta, ya que contaban con la autorización de Vialidad Provincial, que solicitaba como requisito la disposición de los puestos en la banquina, dejando cinco metros de distancia con respecto a la ruta para permitir la libre circulación vehicular. “El tema es que empezó a crecer y crecer, y llegó tanta gente que no se respetaban los metros de la ruta (…). Por el desborde, cada vez más todos apretaban la calle, entonces ya ni los colectivos podían circular. (…). Supuestamente iba a pasar un tiempo para que nos vayamos organizando, íbamos a ir de a poco”. No obstante, la reubicación se precipitó sin dar previo aviso a los feriantes y asistentes que semanalmente se dan cita en el lugar.
Dada la falta de espacio en el nuevo predio, durante el fin de semana siguiente los propios feriantes se vieron obligados a realizar una “vigilia para asegurar sus espacios de trabajo” durante las noches del viernes 24 y sábado 25 de agosto. Muchos de ellos no durmieron dada la imperiosa necesidad de acceder a su fuente de ingresos al día siguiente.
En la mañana del domingo 26 de agosto el sol salió en Ugarteche junto a efectivos de Gendarmería y de la Policía Vial ubicados en los puntos de acceso al distrito. Estos controlaban a los feriantes y visitantes requisando sus mercaderías y pertenencias. Mientras tanto, empleados municipales junto a “vecinos voluntarios” se disponían a delimitar los espacios en los que podían ubicarse los puestos. “Por ahora, todo tranquilo” es lo que se escuchaba entre los trabajadores de la feria. Sin embargo, un aire de tensión se extendía entre los asistentes, fruto de la intervención de las fuerzas de seguridad sobre miles de trabajadores dispuestos a continuar poniendo su cuerpo en defensa de su lugar y fuente de trabajo.
“La feria nos beneficia a todos”
Al igual que en otros territorios de Argentina que han sido transformados por las migraciones regionales provenientes del noroeste del país y de Bolivia, la actividad de “feriar” resulta una expresión de la economía popular. Esta actividad permiten la generación de trabajo para cubrir las necesidades de reproducción social de miles de familias de escasos recursos, que surcan procesos de precarización laboral, desempleo o subempleo, discapacidad, vejez sin acceso a una jubilación, o maternidades con menores al cuidado de las jefas de hogar.
Frente a un Estado incapaz de garantizar el acceso a derechos básicos como el trabajo, la salud, educación y vivienda, la feria como espacio de articulación de relaciones comerciales se erige como la respuesta más inmediata para satisfacer sus necesidades básicas. “Cuando la situación económica está jodida esto empieza a crecer, cuando es temporada alta, que se agrega la gente que viene del norte a hacer la temporada, circulan entre 10 o 15 mil personas. En los últimos meses esto ha crecido mucho, y no con gente que viene directamente con mercadería o con ropa, sino gente que mayormente no usa algo y lo trae y lo vende. La feria para algunos es el único ingreso que tienen. Para otros es la compensación de cierta falta que tienen de otros trabajos” (vecino de Ugarteche, ex feriante, 2018).
Estas formas intercambio son de larguísima presencia en América Latina y resultando valoradas como genuinas expresión de conocimientos y saberes ancestrales que pueden comprenderse como parte del patrimonio cultural latinoamericano. En el caso de la tradición andina, donde los ‘espacios comunes’ –lo que sería el espacio público en la perspectiva legal y administrativa- constituyen sitios para compartir y potenciar porque habilitan el afianzamiento de los lazos comunitarios, además del aprovisionamiento material.
En el caso de Mendoza, estas modalidades de comercio datan al menos de la década de 1980 y se expanden desde entonces, para multiplicarse a partir de la creciente crisis que atravesó el país a comienzos del siglo XXI, que convirtió a las ferias populares en una opción accesible para obtener productos de primera necesidad. No obstante, desde su origen, los Estados Nacionales, Provinciales y Municipales no han reconocido en estas actividades una forma de ‘trabajo’, y se han opuesto a su desenvolvimiento en espacios públicos a través de diversas normativas (Prohibición del trabajo ambulante – ORD. 1841/84 y 2180/86), que ha expuesto a las/os feriantes a sucesivas instancias de violencia y represión de parte de las fuerzas policiales.
Desde una mirada restringida del trabajo asociada a aquel que es remunerado y en relación de dependencia -perspectiva que se corresponde con la corriente neoclásica en ciencias sociales, y que viene siendo el blanco de fuertes críticas al menos desde la década de 1960-, los funcionarios públicos suponen que la actividad de feriar en espacios públicos como la RPN°15 constituye un ‘delito’. En contraposición, desde miradas sociológicas especializadas en el trabajo, algunos autores sostienen que la extensión de las actividades no asalariadas, así como la multiplicación de trabajos informales, flexibles, no estructurados y atípicos, plantean la necesidad de llegar a un concepto ampliado de trabajo que no se restrinja sólo al de trabajo asalariado o empleo. En tal caso, estos argumentos apuntan a concebir como legítima la defensa del ‘lugar de trabajo en la feria’, que los vendedores están efectuando ante las autoridades.
Lo mismo cabe aclarar respecto de la necesidad de que la misma se mantenga en un espacio comunitarios o ‘públicos’, en la medida que por esta vía se puede asegurar, además del intercambio material, diversas dinámicas socio-culturales que posibilitan el diálogo entre vecinos y transeúntes, que habilitan la emergencia de organizaciones de jóvenes, mujeres, niñes y adolescentes en su búsqueda por la reconstrucción de sus identidades, aspectos éstos imposibles de alcanzar bajo la tutela de un particular que busca lucrar en forma privada con esta actividad. Desarticular estas modalidades de organización comunitaria de su estrecha vinculación con el espacio público implicaría silenciar sus voces y desmantelar sus construcciones identitarias y territoriales.
Asimismo, estos espacios incrementan el flujo de transeúntes y potenciales compradores para el resto de los comercios que se localizan en los alrededores de la RPN°15. En este dirección, durante nuestras visitas al distrito, un vecino de Ugarteche y ex feriante nos comentaba: “el fin de semana pasado, al no haber gente en todo el sector, a los comercios del lugar las ventas se les bajaron prácticamente en un 80%, porque esto, a través de la gente que atrae gente, también empuja a consumir (…) Todos se benefician con la feria”.
Otro aspecto importante a señalar es que los territorios en donde se desarrollan espacios de intercambio como el de la Feria de Ugarteche, tienen en común la residencia y tránsito de un importante número de migrantes internos y limítrofes que trabajan mayoritariamente en el trabajo agrícola, la construcción y el servicio doméstico, ocupaciones que en general, no resultan deseables para la población local. Tal es la vinculación entre estas ferias y la población trabajadora de los territorios donde se emplazan, que justamente se realizan en el único momento libre para la mayoría de estos trabajadores: los días domingo. A contramano de la mayoría de los comercios que cierran sus puertas para descansar, cerca de 3000 familias de feriantes encuentran en él un momento único para la venta, mientras que los trabajadores y asistentes hallan allí un espacio para realizar sus compras semanales, para comer alguna ‘comida típica’, esparcirse y socializar con vecinos y compatriotas. A través de la provisión de una amplia gama de productos ofrecidos ‘a buen precio’, estas ferias organizadas alrededor de la economía popular acaban por cumplir además un importante rol en la disminución de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo que se desempeña en estos segmentos precarizados del mercado de trabajo.
En función de estas consideraciones, creemos que este tipo de ferias constituyen expresiones de economías que discurren por lógicas ‘alternativas’ a la dominante – en términos formales, si se quiere- pero que son la base de la reproducción social cotidiana de vendedores y compradores que concurren a estos mercados en busca de precios y de intercambios comunitarios, y que en su mayoría provienen de las clases trabajadoras menos favorecidas de la provincia, en cuanto al acceso al sistema de seguridad social en particular, y a los derechos económicos, políticos y sociales en general.
En el presente, a la comunidad feriante de Ugarteche le inquieta que la feria no vaya a mantenerse en al RPN°15 como lo ha hecho siempre. Temen que la imposición de un predio en malas condiciones sanitarias y hacinamiento, sea la antesala de su privatización; y con ello, se inicien negocios con la necesidad de la gente, como ha sucedido en el pasado reciente con la Feria Popular de Guaymallén. El impedimento y la fragmentación de la histórica Feria de Ugarteche forman parte de una política excluyente que bajo normas jurídicas promueve su desaparición del espacio público.
Entre tanto, las/os feriantes han iniciado un ciclo de resistencia, que trae aparejada nuevas formas de organización e intercambio, en el que circula no sólo dinero sino solidaridad y cooperación. Su principal escenario es el espacio público y lo más distintivo es que las reglas de su funcionamiento las establecen los propios feriantes sin el establecimiento de jerarquías. En situaciones como la reseñada se actualiza aquella memoria de solidaridad y encuentro, de cooperación entre feriantes.
El respeto entre los trabajadores de la feria es lo que mantiene este espacio y lo hace crecer. Es la clave de su funcionamiento: “en la feria no hay controles, es respetándose nomás entre vecinos” (Daniel, feriante de Ugarteche). Hoy la ‘tormenta’ apareció con uniformes de Gendarmería e Infantería, frente a la cual las/os feriantes respondieron defendiendo con su propio cuerpo sus puestos de trabajo. A pesar de la confusión que propicia el innecesario uso de la fuerza, lo que sí queda claro es que la feria sólo se moverá si el suelo es público y “entramos todos”.
Florencia Bertolotti y Marta Silvia Moreno
Observatorio de Conflictividad Laboral, UNCuyo, Mendoza
Para la Red de Observatorios de Conflictividad